Camino de Santiago 2022

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El 11 de marzo, un grupo de 22 personas con las credenciales pendientes por rellenar durante esta experiencia y la mochila llena de esperanza, puso rumbo desde Las Naves Salesianos a Sarria. Empezaban el Camino de Santiago. 

En tierras gallegas les esperaban seis días llenos de nuevas aventuras y momentos inolvidables. La primera etapa empezó con nervios e ilusión por descubrir qué es aquello de ser peregrino. A medida que transcurrían los kilómetros, el cansancio y las primeras ampollas y rozaduras empezaron a aparecer pero ello no les hizo cejar en su empeño de finalizar esa etapa. 

Las siguientes dos etapas, Portomarín y Palas de Rei, discurrieron con las mismas ganas e ilusión por acabarlas pero con más cansancio, agujetas y la mochila cada vez más llena de nuevas anécdotas y chascarrillos. 

Llegó la cuarta etapa, la más difícil y temida por casi todos, Palas de Rei – Arzúa, 30 kilómetros de camino y muchas horas por delante donde el cansancio acumulado ya empezaba a hacer mella en algunos de nosotros, pero no por ello, menos anecdótica, si no todo lo contrario. Tantas horas de caminata nos permitió seguir teniendo momentos de reencuentro con uno mismo y con los demás, de conocer más a aquellos con los que jamás habríamos pensado que podríamos tener una mínima conversación. 

El último día, la etapa de Pedrouzo a Santiago de Compostela, transcurrió con cierta morriña porque el viaje llegaba a su fin. Una vez llegamos al Monte do Gozo, nuestros corazones se hincharon de alegría, sólo quedaban 5 kilómetros. Casi lo habíamos conseguido. Estos kilómetros estuvieron llenos de nervios por llegar.

Llegamos a Santiago y había que recorrer algo más de 3 kilómetros para llegar a la Plaza del Obradoiro. Entre bromas y más quejas por lo lejos que estaba la entrada de la catedral, cada vez se acercaba más la música de gaita que anuncia la llegada a la plaza. Últimos metros y allí estaba, nuestra meta. En un momento olvidamos todo el cansancio, ampollas y agujetas que nos habían acompañado desde el primer día. Ahora llorábamos, nos abrazábamos, nos hacíamos fotos con sonrisas de oreja a oreja y llamábamos a nuestras familias para decirles que habíamos llegado a Santiago de una pieza. 

El 17 de marzo nos encaminamos de nuevo a Las Naves. Esta vez,  nuestras credenciales venían repletas de “sellacos” y nuestras mochilas llenas de recuerdos, nuevos amigos y de todo lo que habíamos descubierto sobre nosotros mismos y sobre nuestros compañeros de viaje.